Es el interior profundo. Se disfraza de desierto, pero está densamente poblado. Flora y fauna que apenas asoma del piso, como una forma de defenderse de los vientos que con su música aguda y tenue denuncian: Esto es Patagonia.
Luego lo agreste se duerme en el verde que acaricia las costas de un río tan marrón como los arenales que lo miran por encima del follaje de sauces, cortaderas y esa nutrida vegetación que festeja la vida regada por las napas por donde filtra el Colorado hacia sus orillas.
Justo ahí, Dios trasplantó humanidad. Hombres y mujeres nacidos de la propia tierra y venidos de lejos. Pero hermanados en la decisión de convertirse en pueblo. Eso es 25 de Mayo: Pura identidad pampeana. Un valle verde, poblado de álamos, una hermosa vista cargada de vida con un rio que es fundamental para su subsistencia.